lunes, 3 de diciembre de 2012

A la espera del cuerpo



Tiempo de adviento en el mundo cristiano. Tiempo de congelar cuentas y expandir los asentamientos en el mundo judío. Tiempo de llorar una muerte más en el mundo palestino.
Ayer por la mañana fui a participar de una celebración ecuménica en la Iglesia Anglicana de Saint Phillips, en Nablus.
Primer domingo de adviento. Comienzo del calendario litúrgico cristiano. La mayoría de ustedes sabrán que significa esto. En términos de rituales, velas y coronas. En términos práctico espirituales, nos preparamos para el nacimiento del Salvador. Cuatro semanas de espera hasta la natividad de Jesús.
Y yo me pregunto, además del nacimiento de un niño que viene a cambiar la historia, ¿qué esperamos?
La celebración en Nablus fue alucinante. Toda la liturgia fue en árabe, incluida las oraciones y la lectura de los textos bíblicos. ¿se imaginan Lucas 1- 67:79 en árabe...?
No tengo ni idea que decían en las oraciones; no puede pescar ninguna palabra de la predicación, y solo podía tararear las canciones. Iglesia Anglicana, así que todas las canciones eran himnos, muy parecidos a los de mi iglesia; me queda la duda si no son las mismas canciones. No le pude preguntar al pastor, porque no hablaba inglés. Nadie hablaba inglés, solo mis compañeros de equipo. Este detalle fue muy interesante. Eramos 13 Acompañantes Ecuménicos del Consejo Mundial de Iglesias. Solo 4 pasamos a compartir la eucaristía. Cuándo terminó el culto salí a un patio, una señora me convidó con café y nos pusimos a charlar; ella en árabe y yo en español, total. No entendí las palabras, pero los movimientos del cuerpo indicaban agradecimiento. No puede evitar dejar salir un pensamiento: ¿qué hago acá, en adviento, en una iglesia cristiana, en medio de una ciudad musulmana, y no muy lejos, rodeada de asentamientos judíos?
El destino, la fe, los valores, los ideales, las ganas de algo diferente, la impotencia porque seres humanos mueren sin razón... La lista seguía.
Vamos a comer algo dijo uno de mi colegas... Vamos.
Comenzamos a caminar, la ciudad es increíble. Llena de ferias, callejones, vendedores ambulantes. Está en un valle, por lo que uno puede ver entre los edificios, cerros. Los edificios van escalando los cerros, y algunos están apostados en la cima. Caminaba. Uno de mis colegas me hablaba en inglés. No recuerdo que era. Finalmente me toco el hombro y me preguntó si podía oírlo. Le pedí disculpas y le dije que estaba un poco cansado. Repitió, ¿te gusta la comida de Palestina? Contesté que sí, pero que tenía ganas de comer un buen pedazo de carne a la parrilla. Creo que no me entendió. Me preguntó si había encontrado algún lugar en donde comprar yerba. Le dije que no, y que hacía dos días que se me había acabado. Sin mate en Palestina.
Llegamos a un lugar, nos sentamos, ordenamos, comimos, charlamos. Yo seguía pensando que hacia allí.
Finalmente emprendimos el viaje de regreso a Tulkarm. El paisaje, una vez más, alusinante. Charlamos de música con mi colegas. Íbamos escuchando Brian Adams en un celular.
Llegó la noche, era hora de descansar. Todavía no había respuestas. Antes de dormir suelo orar, y me trabe en una especie de conversación mientras oraba. Me cuestionaba, a lo Lutero, que hago acá.
El día arrancó con normalidad. Dos de mis colegas habían salido temprano a monitorear dos puertas agrícolas 1. En estás puertas, hacemos un conteo de cuantas personas cruzan las puertas, cuantos animales pasan, cuantos tractores, en entre otras cosas. Generalmente una o dos horas. Además, monitoreamos que no haya ningún abuso por parte de los soldados hacia los chacareros. Luego volcamos toda esta información en informes que son enviados al Consejo Mundial de Iglesias y la ONU.
Eran las 9 de la mañana. Sonó un celular. Era el telefóno de una de mis colegas. Atendió. Su cara se iba desfigurando mientras escuchaba. Cortó. ¿Qué pasó?, pregunté. Parece que mataron a un palestino en el este de Tulkarm, pero fue un accidente de tránsito o algo así. En realidad no es claro.
Llamamos a nuestros informantes locales para recopilar un poco de información, pedimos autorización al encargado de seguridad en Jerusalén. La conseguimos. Llamamos a nuestro chófer, el cual es nuestro contacto local, conductor y traductor. Llego enseguida. Salimos.
Intentamos acceder al lugar del supuesto accidente por cuatro rutas diferentes. Todas estaban inhabilitadas por el ejercito israelí. En cada uno de los accesos hacia el supuesto lugar del accidente, había cuatro o cinco soldados apostados con armas indicándole a los conductores que debían tomar otra ruta.
Finalmente, decidimos quedarnos en un chek-point. Bajamos del coche y comenzamos a conversar con el chófer de una ambulancia. Nos comentó que no los dejan pasar a buscar el cadáver y que había varias versiones de lo ocurrido.
De repente, hubo una gran movilización de personas que subían rápidamente a sus autos. Nuestro chófer habló con alguien en árabe. ¿Que pasa?, le preguntamos. “Hay versiones de que el ejercito está yendo hacía la casa del difunto a demoler la casa, porqué hay versiones de que fue un ataque al ejercito”.
En ese preciso momento nos miramos con mi colega y nuestras caras indicaban desconcierto total. Estamos en medio de una película, y nadie nos avisó.
Volvimos a hacer algunos llamados. El rumor parecía cierto. Nos fuimos.
Pasamos por nuestra casa y buscamos a nuestros otros dos colegas, y nos dirigimos hacia la casa de la supuesta viuda.
Llegamos en media hora. Había gran cantidad de vecinos. En una casa estaban todas la mujeres del barrio con la supuesta viuda. En otra casa estaban el tío del hombre, el hermano y diez hombres. En los callejones había unos 30 o 40 hombres, sentados, haciendo llamadas por teléfono y fumando.
Entramos a la casa de los hombres. Mi colegas mujeres fueron a la casa de la viuda y los cinco hijos. El más grande tiene 11 años. La más pequeña, meses.
Todo mi cuerpo podía percibir mucha bronca y falta de aliento.
Nos sentamos. Nuestro chófer traducía.
Resultado final: el hombre volvía de trabajar en Nablus. Chocó de frente con un jeep del ejercito israelí. Estaban todos lastimados, pero vivos. El hombre palestino logró salir de su coche, y se dirigió hacia el jeep para ayudar a los soldados a salir. Los soldados pensaron que el los quería atacar y le dispararon. Hoy por la noche un diario israelí califico el accidente como un atentado terrorista.
Llamamos a una abogada. Nos dijo que teníamos poca información y que por ahora no podía hacer nada. Llamamos a otra organización: “los llamamos en unos días”. Hasta ahora no han demolido la casa.
Hace varios años que hago acompañamiento pastoral. He trabajado en varias comunidades. He patiado la villa por algún tiempo. He acompañado jóvenes, niños y adultos. Me gusta este trabajo.
Hoy no pude soportar la situación. Hoy quebré. Hoy la bronca y la impotencia se adueñaron de mi cuerpo y mi mente. Hoy me enojé con mi dios, con el dios de los judíos, con el dios de los musulmanes, con todos los dioses.
Hoy, los gritos de la viuda atravesaron todo mi cuerpo. Hoy el llanto de los hijos de la persona asesinada no me dejaron pensar. Hoy, el dolor de los habitantes de 'Illar, es mi dolor. Hoy Tulkarm está de luto, y no alcanza saber que 138 países están de acuerdo con que Palestina sea parte de la Naciones Unidas. Hoy no me alcanza con saber que Londres, Paris y Madrid citan a sus embajadores por la expansión de los asentamientos ilegales israelíes. Hoy no alcanza con saber que Obama está enojado con Netanyahu.
A las 21 horas, hora local, las autoridades israelís tenían el cuerpo en algún destacamento del ejercito. Desde ahí, es probable que lo lleven a un hospital de estudiantes, para que los estudiantes puedan aprender sobre anatomía, y luego, sabe dios cuando, se lo entregaran a la familia para que le den sepultura.
A diferencia de nuestros rituales occidentales, los musulmanes deben enterrar el cuerpo lo antes posible después de la muerte, para que el alma encuentre rápidamente el camino hacia el cielo, y los seres queridos puedan comenzar a recomponer sus vidas lo antes posible. En nuestra casa oramos para que sea pronto.
Quizás estas lineas están desorganizadas. El cansancio es mucho. Quizá la búsqueda de respuestas me está agotando. Es posible que las barreras idiomáticas estén jugando una mala pasada.
Quizás solo debo esperar el nacimiento de un nuevo cuerpo, un nuevo espíritu, una nueva vida, una nueva Creación, un Reino diferente.
Quizás hoy el relato se extendió un poco más de los normal. Lo necesitaba. No me alcanzan las palabras en inglés para describir como me siento. En español tampoco, pero siento que estoy un poco más cerca.
Sigo sin respuestas. Es probable que por algún tiempo aún.
No se muy bien porque estoy acá. No se si quiero saberlo. Se que quiero ser y estar en este lugar en el mundo, porque me está modificando, me está cuestionando, me está enseñando. Me está invitando a dar gracias por la vida en cada momento. Me está desafiando a denunciar la muerte en cada palabra elegida.
Hoy no hay imagen. Solo algunas palabras. Pocas o muchas, correctas o erradas. Ustedes dirán.
Que la paz y el amor sean soporte para cada una de nuestras decisiones. Que cada palestino asesinado a sangre fría no sea solo un número en las estadísticas. Que la justicia comience a echar raíces de una vez por todas. Que las señales del Reino sean cada vez más intensas. Que los Dioses de la humanidad se pongan de acuerdo en favor de la vida. Que la Resurrección impacte en medio de la muerte y sea. Que la familia del pueblo de 'Illar pueda encontrar consuelo.
Estos son mis deseos. En esos deseos se apoya mi fe.
Hasta otro día.
03.12.12 – Tulkarm - Territorios Palestinos
Jonathan Michel

1Las puertas agrícolas son puertas de control estratégicamente ubicadas por el ejercito israelí. El ejercito israelí suele construir rutas militares, y estás quedan “sin querer” entre los poblados o entre las zonas rurales donde los palestinos cultivan las tierras. Todos los días, los palestinos que tienen tierras del otro lado de las puertas, deben pasar por los controles y mostrar las documentaciones correspondientes. Generalmente los dejan pasar; otras veces, por “razones de seguridad”, no. Generalmente, estás puertas se abren dos o tres horas por las mañanas, y otras dos o tres por las noches. A veces abren menos tiempo. A veces no se abren.   

1 comentario:

  1. Que difícil ponerle palabras a la muerte. Y sin embargo, es nuestra tarea. Es tu tarea.
    La denuncia de la injusticia, es ponerle palabras a la muerte.
    Pero las palabras, son palabras vacías si no tienen cuerpo. Tal vez por eso, en las ceremonias funerarias, las palabras se dicen con el cuerpo (o el representante del cuerpo) presente.
    Tal vez por eso, un mero informe ofocial sobre las cosas que pasan, suene tan vacío. No hay nada que pueda reemplazar la experiencia del "estar ahí", mudo, queriendo hablar, y que las palabras no lleguen.

    Ponerle cuerpo y palabra a la muerte. No por morbosidad, no por omnipotencia, sino por la justicia. Por la maltrecha y escurridiza justicia. Por ese ideal tan abstracto, tan solemne y tan lejano.
    Cosas como la esperanza, parecen tan absdurdas como la guerra misma.
    Algunos hablan de la navidad, del salvador que nace, de la prevalencia de la vida. Vamos a decir, con cierta inocencia.
    Otros, un poco más realistas, hablan de la resurrección. De que para que triunfe la vida, primero hay que atravesar el dolor.
    Yo creo que no hay garantías, y de eso se trata la historia. La Historia, y nuestras historias. La muerte, siempre gana. Pero eso no es razón para dejar de insistir con la vida.
    La muerte, simpre gana. Pero al menos vamos a darle un buena batalla, vamos a hacerla transpirar, vamos a hacerle creer, por un momento, que puede perder. Vamos a convencer a Dios, al Dios que sea, de que vale la pena salvarnos.
    Yo creo que el día del juicio final, no va a haber juicio individual. Vamos a ser juzgados como humanidad, y por eso cada uno de nosotros, somos responsables por el resto.
    Acaso tu dolor nos salve.

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