miércoles, 26 de diciembre de 2012

Dramatizando la tragedia

Misterio, incomprensión, alegría, reencuentros, deseos, frustración, espera, proyección, derrota, comprensión, nostalgia, aceptación, navidad, nuevos conocidos, paciencia, y la desesperación que inunda la vida cuando la soledad se presenta con sus vestimentas grises en el palacio de la vida, pasando por delante de nosotros y nosotras, saludando con una leve sonrisa que aparenta familiaridad, pero que al mismo tiempo nos invita a sumergirnos en lo inexplicable de las tristezas que nos rodean.
Esta semana ha sido intensa.
Han pasado varios días del último relato. La fuerzas fueron decayendo; la primeras impresiones de la novedad se fueron gastando, y las historias comenzaron a repetirse: problemas con los permisos, demoliciones, incursiones del ejercito israelí en los pueblos palestinos, árboles de olivos cortados y quemados, la construcción de los muros continua, mas pueblos palestinos aislados e incomunicados, represión en las manifestaciones, arrestos sin motivos claros, llantos, la impotencia de no saber que hacer, no-respuestas, encuentros con militares argentinos al servicio de las fuerzas armadas israelíes, más arrestos, navidades de espíritus vacíos pero con mercados llenos de regalos, turistas buscando algún lugar donde comer, realidades incoherentes como este relato.
Han sucedido cosas que no podrían haber sucedido porque la lógica racional no lo permitiría, pero aquel misterio que da vuelta alrededor de nuestras vida, muchas veces posibilita que lo inexplicable sea realidad, y siga siendo realidad aunque no le encontremos racional explicación.
Cuando me plantee la idea de ir armando este espacio, no sabía por que lo hacía, ni tampoco sabía que escribiría, y mucho menos me imaginé que alguien lo leería.
Muchos de ustedes, los y las que me conocen, saben que crecí en un pequeño pueblo, en el sur de Entre Ríos. Ese pueblo se llama Aldea San Antonio; pueblo de inmigrantes, rusos alemanes, laburadores, religiosos y protestantes la mayor parte.
Viví en este pueblo hasta los 18 años, y desde ese momento armé mi mochila y comencé a caminar; he ido tomando diferentes cominos. Mis elecciones y opciones han sido mi transporte, mi sonrisa ha intentado generar vínculos con cientos de nuevas personas, la reflexión teológica en torno a las realidades que se me han presentado ha sido mi herramienta de trabajo, y la fe ha sido el motor que se ha mantenido encendido para enfrentar cada día esta vida que me toca y elijo con alegría a cada momento.
En la escuela secundaría, en mi pueblo, tuve una excelente profesora de historia, que me enseño un poco a pensar, a reflexionar, a leer la historia con lentes críticos. También, ella y mi colegio, me brindaron la posibilidad de viajar a Buenos Aires y participar de unas olimpiadas de educación cívica, nos contaron en consisten las elecciones democráticas, nos enseño acerca del sistema electoral, jugamos a votar, reímos y nos enteramos que varías décadas atrás, en Argentina, habían desaparecido miles de personas porque pensaban diferente al sistema político-militar impuesto por la fuerza. En ese momento, la adolescencia, el dolor del crecimiento, me tenia preocupado por otras opciones: los amigos, la joda, el viaje de fin de curso, chicas, alcohol...
Cuando comencé la universidad escuché por primera vez las palabras dictaduras militares, represión, desapariciones, opresión de pensamientos, libertad de expresión, manifestaciones, botas, milicos hijos de puta, liberación, diversidad política, critica social, muerte sin razón, rock nacional, Perón, el Che, la revolución cubana, golpe de estado, la noche de los lapices, el Cordobazo, ERP, Montoneros, derecha, izquierda, políticas neo-liberales, Plan Cóndor; y alguna vez escuché: “ y yo dormía y los milicos entraron en mi casa, en medio de la noche, me pusieron una capucha en la cabeza y me chuparon; cuando salí, no era el mismo”.
Día a día debía volver a re-leer, re-pensar, des-armar, re-armar. Intento seguir haciéndolo.
En medio de toda esa información, la de-construcción de mis reflexiones no paraba, y cada día iba aprendiendo más acerca de la biblia, incorporaba nuevos elementos teológicos en mi vocabulario, leía los relatos bíblicos a la luz del contexto que me rodeaba. Me cuestionaba (y aún me cuestiono) mi fe en cada lectura, en cada nuevo relato que ingresaba en mi cabeza. Hablaba de Dios en el barrio, pero no creía en el cambio, el Dios que nació pobre y miserable se enfrentaba con el Dios rico y cubierto de oro.
Hoy no se cuanto he aprendido, no se si mis opiniones son correctas o erradas, no se muy bien si mis construcciones teológicas son buenas o malas, no se si soy bueno escuchando o hablando, o las dos cosas. Algunas veces no se si mi trabajo ayuda o complica, o si ayuda y complica a la vez. Me pongo a la defensiva cuando me dicen que Dios no existe y que este mundo se está yendo a la mierda; después de un rato, abro los ojos y confirmo que se está yendo a la mierda, miro hacia arriba y le pido a mi Dios que se haga presente, que se deje ver, que le ponga un poco de onda a la situación y que nos de una mano.
Anoche recibimos un llamado a la 22pm: “los militares están en el sur de Tulkarm y parece que están chequeando algunas casas”
Hacia un rato que habíamos llegado de Belén, otra de la ciudades santas, la de excelencia cristiana, la sede elegida por el Señor para el nacimiento de su Hijo; el lugar donde supuestamente el Salvador se hizo carne para la liberación de sus creyentes. Árboles de navidad, luces, turistas, cámaras, obispos de todo tipo y color, Mahmud Abbas, la prensa internacional, religiosos y fanáticos, miles de formas de fe. El equipo del PEAPI se había encontrado en Belén para celebrar la navidad. Hace mas de 2000 años, ciudad controlado por el Imperio; hoy, ciudad controlada y sitiada por Israel.
Ya en Tulkarm, cansados por un largo viaje, debíamos tomar la decisión de ir o no a monitorear la supuesta incursión de las fuerzas militares. Finalmente, decidimos ir.
Llegamos al lugar, y no sabemos muy bien cuantos soldados había, porque estaba muy oscuro. Detuvimos el taxi cerca del edificio. Nuestro chófer habló con algunos locales, y estos le dijeron que había entre dos o tres jeeps del ejercito, con unos ocho soldados por jeep. Vimos los primeros soldados en la calle; luego observamos en las ventanas del edifico que algunos vigilaban por la ventanas. Nos vieron.
Hicimos contacto con algunos vecinos, y decidimos dar un vistazo desde el techo de una de las casa próximas al edificio en el cual se encontraban los soldados. Es un edificio que alberga a estudiantes universitarios que se mudan a Tulkarm para estudiar.
Subimos al techo, y al cabo de unos minutos, uno de los soldados nos estaba vigilando desde otro edifico, por una ventana. Hicimos contacto visual, pero no hablamos.
Esperamos unos minutos mas, y por miedo a que esta familia se metiera en problemas, decidimos dejar la casa. Cuando llegamos al frente de la casa, ya afuera, advertimos a escasos metros había unos cinco soldados y que venían otros mas.
Decidimos salir y probar si podíamos conseguir alguna información de los soldados. Al primero que le preguntamos que es lo que estaba pasando, nos contesto que no había ningún problema y que por favor nos retiremos. Comenzamos a caminar, y unos metros, alejados de nosotros, había un grupo de jóvenes palestinos que comenzaron a gritarles a los soldados. Quedamos entre los soldados y los jóvenes. Por miedo a que los jóvenes comiencen a tirar piedras y los soldados respondan con bombas de gas y bombas de estruendo, llamamos a nuestro taxi, y decidimos dejar el lugar.
Rodeamos la manzana con el auto, y nos estacionamos a unas tres cuadras del lugar. Esperamos una media hora, y cuando los soldados se fueron, regresamos al edificio de estudiantes.
Hablamos con uno de los locales y nos comentó que habían arrestado a cinco jóvenes y que no sabía a donde los habían llevado. También nos comentó que no era seguro seguir buscando información en la noche porque él pensaba que uno de los vecinos que tiene un supermercado, era un contacto israelí y estaba filtrando información. Decidimos irnos y regresar al día siguiente.
Hoy volvimos a ir. Hicimos contacto con los jóvenes que viven en ese edificio y nos comentaron que finalmente habían arrestado a tres jóvenes, dos de 19 años y uno de 20. A uno lo dejaron en libertad al cabo de una hora, y los otros dos, todavía continúan detenidos. También nos dijeron que a un par de manzanas, hay una casa donde viven 9 estudiantes y que en varias oportunidades los soldados habían intentado entrar o algo parecido.
Decidimos ir a esa otra casa y chequear. Llegamos y nos recibieron 3 jóvenes. Al cabo de unos minutos había unos 7 u 8. Nos comentaron que los soldados han ido al menos tres veces, durante la noche, y que se han quedado entre 2 y 3 horas, alrededor de la casa, observando hacia adentro, pero sin ingresar. No comentaron que es muy difícil estudiar en esta condiciones y que todas la noches no pueden dormir por miedo a que los soldados aparezcan. Todos ellos tienen entre 19 y 20 años y estudian en una universidad local. Ninguno de ellos es de Tulkarm; provienen de ciudades vecinas.
Mientras los jóvenes nos relataban lo que había sucedido, pensaba en que sucedería si yo estaría en Argentina, y cada noche, o en algunas noches, soldados llegarían a mi casa, tirarían la puerta abajo y comenzarían a revolver todas mis cosas en busca de Dios sabe que, y en el mejor de los casos, me dejarían allí, con toda la casa dada vueltas, o sino, me llevarían por averiguación de antecedentes, y mis padres, mis amigos o mis conocidos tendrían que ir a buscarme y pagar una multa por un arresto carente de razones, o por lo habitual, “asuntos de seguridad nacional”.
Siempre es la misma respuesta: “asuntos de seguridad nacional”. Por estos asuntos, los soldados llegan a la casa de los palestinos, cuando se les da la gana, o simplemente porque están en “tiempo de entrenamiento”, y en este tiempo de entrenamiento, usan a los palestinos y sus cosas como ratas de laboratorio: entran a las casas, los atan, les hacen preguntas, los esposan, y algunas veces se llevan a alguien. La mayoría de la veces, son varones jóvenes, que trabajan o que van a la universidad, o ambas. En estos periodos de detención, lo más probable que pierdan el curso en la universidad, sus trabajos, y seguramente el o los permisos que le permiten buscar trabajo en Israel.
Cuando escuchaba los relatos y las historias de aquellos y aquellas que fueron jóvenes en Argentina en el tiempo de las dictaduras militares, pensaba: “que bueno haber nacido en este tiempo con algunos derechos más, así puedo laburar y estudiar tranquilo; así puedo pensar en mis proyectos y en mis sueños; así puedo intentar vivir mi vida con alegría y sin preocuparte por los asuntos de seguridad nacional”. Además pensaba, “que bueno que ya hemos aprendido un poco y es casi seguro que esto no volverá a suceder”.
Hoy, 2012, en los Territorios Palestinos, esto sucede.
Los pibes y las pibas de mi edad no pueden vivir, dormir y soñar tranquilos. Siempre están esperando a los soldados. Ninguna autoridad palestina contesta los llamados de auxilio porque no tienen ni la fuerzas ni la estructura político-judicial para embarcarse en una pelea digna y justa con las autoridades israelíes.
Hoy, a la mierda con callarse. Hoy se sale a la calle con las pancartas en las manos, con la banderas, con los corazones y las mentes reclamando por la libertad y la justicia. Hoy todo el mundo se tiene que enterar que acá, en tierra Palestina, los soldados, la policía y las autoridades políticas israelíes hacen y deshacen con pibes como yo y como vos lo que se les da la gana. Abusan,roban, golpean y matan.
Nos invitan a ser pro-derechos humanos. Acá va, una vez más mi denuncia en pro de los derechos humanos: hasta que Palestina no sea libre, nadie en este mundo lo será. Hasta que no dejemos de mirarnos el ombligo, nadie será libre. Hasta que los pibes y las pibas en las villas Argentina no sean liberados de la pasta base, nadie va a ser libre. Hasta que el olor de la sangre de miles de palestinos y palestinos no llegue a las bancas de los parlamentos internacionales, acá nadie puede hablar de libertad.
En mi relato anterior, hablaba de la justicia, que yo apelo a una justicia externa, que viene de afuera.
Lo sigo creyendo. Sigo, hoy mas que nunca confiando en mi Dios. Hoy, siento que si les cuento esto, puedo decir que creo en Dios, que creo que hace más de 2000 años nació un niño, acá, a pocos kilómetros de dónde vivo, que tenia y tiene el poder para liberamos de las opresiones que nosotros mismos construimos. Siento que si les comparto un poquito de mi experiencia puedo gritar a los cuatro vientos que Jesús nació, vivió y caminó estas tierras y que nos va a liberar de esta realidad de mierda.
Que la paz sea hermanos y hermanos. Que nos podamos comunicar con la oración y que las oraciones se junten y tiren abajo muros y modifiquen realidades. Que esta navidad nos interpele una vez mas a nacer de nuevo.
Hasta otro día.

26.12.12 - Tulkarm - Territorios Palestinos
Jonathan Michel



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