¿En
que tipo de paz creo?
En
primer lugar, soy de la personas que creen en los “llamados”;
¿Qué tipo de “llamados”? Existen, o más bien, a la largo de la
historia se han conceptualizado el término llamado de diversas
formas y colores. Como teólogo, me han enseñado que existen varios
tipos de llamados en el marco del mundo bíblico, o sea, en los
relatos que se presentan tanto en el Antiguo Testamento, como así
también, en el Nuevo Testamento.
También,
y de gran importancia para este relato, las diversas interpretaciones
que se han ido construyendo y desarrollando a lo largo de todas la
historia de la (s) teología (s) cristiana (s), interpretaciones y
hermenéuticas, claro está, sesgadas y matizadas por un sin fin de
construcciones culturales, sociales, religiosas y económicas.
Pero
lo que nunca me explicaron, es cuándo sucedería ese llamado
y de quien quienes sería... Jesús llamaba en nombre
de... Dios...
Hace más de siete años que reflexiono teológicamente de forma
sistemática y pragmática... Hace algunos años más que reflexiono
teológicamente... Estas afirmaciones nacen de un proceso, o mejor
aun, de varios procesos.
La
primera vez que “analicé” un texto de la Biblia, abre tenido
unos seis años; mis padres me habían comentado que Papa Noel no
existía, que eran ellos. Debía certificar tal afirmación, por lo
cual me dije: “si son ellos, entonces sus nombres
deberían estar en la Biblia”. Fue
mi primera gran crisis de fe. Con el correr de los años, encontré a
un profeta Amos muy parecido a mi padre, y a una gran Sahra que me
recordó mucho a mi propia madre.
Desde ahí voy a la iglesia, algunas veces fue por obligación; otras
por alegría y convicción.
En la iglesia conocí a grandes personas, hermanos de la vida, amigos
y amigas que me acompañaron, rieron y ríen conmigo. Pero también,
y porqué la vida es vida, y el mundo y los seres humanos somos
frágiles, y la iglesia y los creyentes somos justos y pecadores,
experimente las más grandes desilusiones de mi historia: egoísmo,
codicia, sed de poder, individualismo, llantos, tristezas, peleas,
angustias y dolor...
En esta tensión fui creciendo, y cada vez creía menos, cada vez me
sentía más alejado de alguna esperanza adolescente que en otro
tiempo experimente; porque las realidades se abalanzaban encima mio,
y yo solo percibía dolor, relatos de que en otro tiempo había sido
mejor, que la sociedad va de camino a una anomía inminente.
Y en esa profunda crisis, sin llamado aparente ni ideas certeras,
comencé mis estudios de teología, allá por el 2006.
La vida, la Biblia, la comunidades donde he disfrutado y servido, el
amor, el dolor, las realidades mediatizadas por la falta de demora,
la impaciencia, la música, el arte y la lectura, me han hecho sentir
y me han demostrado que la muerte no triunfa sobre la vida, que no
importa cuál sea el nombre de mi dios, que durante mucho tiempo
hemos construido dioses malos y dioses buenos, que si veo a un
hermano o una hermana sufriendo, primero le extiendo mi mano y le
ofrezco mi ayuda, que no quiero ser mejor o peor que otros, porque
solo quiero ser, y me duele el corazón y el cuerpo cuándo veo que
la muerte comienza a reinar de forma arbitraria y por la lujuría de
seres humanos enfermos y vacíos... Aunque el pesimismo me suele
inundar, la esperanza me rescata y me muestra que la paz vuelve a
tejer la relaciones quebradas, cura heridas, levanta a los caídos,
cura a los enfermos y resucita a los muertos.
Creo en una paz que comienza en el encuentro con los diferentes y las
diferentes de esta tierra, en el encuentro con un Otro y una Otra que
todo lo renueva, otros y otras que como yo, creen que podemos
re-construirnos a través de vínculos de amor, y no de odio.
Cada noche cierro mi ojos y recito algunas palabras, en silencio,
intento comunicarme con algún Dios que alguna vez me prometió que
la paz y el amor reinarían sobre este mundo. Por la mañana, abro
los ojos y sonrío y pienso que solo fue un sueño; pero no dejo de
sonreír, porque soy un pequeño ser humano que tiene sueños y cree
en ellos.
Jonathan Michel