El clima en Jerusalén era agradable; estaba fresco, pero agradable. Acabamos de subir a un bus que nos llevará a hacer un tour por la ciudad. Somos 32 personas provenientes de 18 países. La edades oscilan entre los 25 y los 72 años de edad. Sudamérica está representada por un colombiano, una brasilera, un brasilero, una uruguaya y un argentino. Hay una representante de Filipinas; un representante de Corea del Norte; dos representantes de Australia. Los demás Acompañantes Ecuménicos (EA's) son representantes de Europa.
¿Que son los
Acompañantes Ecuménicos?1
Somos personas que nos mudamos a vivir tres meses en Territorios
Palestinos y monitorizamos con presencia física y espiritual
distintas situaciones de abusos a los derechos humanos.
Hace una semana que
me encuentro en una especie de entrenamiento informativo-vivencial,
en donde nos capacitan para lograr “encuentros agradables con los
locales”. Llegué a Tel Aviv el 17 de noviembre de 2012. Me recogió
un colaborador del PEAPI en el aeropuerto de Ben Girón. Viajamos una
hora desde Tel Aviv hacia Jerusalén. Eran las 6 am hora local (hay
cinco horas más de diferencia con Argentina). Estaba amaneciendo y
parecía que iba a ser un lindo día. Mi ingles no es muy bueno. El
del chófer tampoco lo era. Tratamos de comunicarnos con palabras
sueltas y por supuesto, con señas. El viaje fue de los más
agradable el paisaje se iba asemejando cada vez a mis primeras clases
de Mundo Bíblico en la facultad de teología: montañas, piedras,
olivos, ovejas y burros...
El sol estaba cada
vez más alto y ya era de día. Un cartel en la ruta rezaba:
Welcome
to Jerusalén
-
Welcome to Jerusalén.
Allí estaba, Ciudad
Santa. Cientos de películas sobre las Cruzadas; muchos libros
leídos; muchas interpretaciones bíblicas, varias investigaciones
contextuales-socio-culturales sobre el periodo bíblico de Jesús. En
el aire se respiraba olivos y pólvora...
Era extraño en
Ciudad Santa.
Llegamos al hotel.
En la camioneta que me transportó hasta el hotel iban otras
personas, futuros colegas AE's. Bajamos el equipajes, nos saludamos
con otros internacionales. Llegué al cuarto, dejé mis cosas, me
senté sobre la cama y por la ventana vi la cúpula de una mezquita.
Parecía real, no era una foto, estaba en Jerusalén.
La semana
transcurrió en paz, trabajamos duro; mucha información, demasiada
información; necesaria información.
Conocí el lugar
dónde estaré trabajando. Se llama Tulkarm y está en el noroeste de
los Territorios Palestinos, a unos 60 km de Jerusalém. Conocí al
equipo con el que estaré trabajando por tres meses: Keith
(Inglaterra), Elina (Finlandia) y Maida (Noruega). Tulkarem es un
lugar precioso, rodeado por montañas, valles, piedras, olivos,
vistas interminables. Es unas ciudad con unos 80.000 habitantes, con
dos campos de refugiados. En los campos de refugiados viven familias
que fueros desplazadas por los asentamientos israelís y por
diferentes enfrentamientos armados entre palestinos e israelíes. Los
asentamientos son ciudades que fueron construyendo los israelíes a
medida que el ejercito de su país iba desplazando a los palestinos
por medio de la fuerza, matando personas, demoliendo casa y cualquier
edificio que se les interponía en el camino. En los asentamientos,
viven familias que trabajan las tierras, y los hombres de esas
familias tiene derecho a portar armas para defenderse de las piedras
que les lanzan los palestinos cuando se produce alguna disputa.
En algún otro
momento, seguiré escribiendo sobre Tulkarm.
El domingo 25 de
noviembre, por la tarde, fuimos a visitar una comunidad Beduina
llamada Khan an Ahmar, o algo así, la
verdad, es que no recuerdo muy bien el nombre, y el motivo de este
pequeño relato es contarles a ustedes, porque no recuerdo bien el
nombre y
que me pasó en esta visita.
Si
alguien no sabe quienes son los Beduinos, puede entrar en Wikipedia y
esta les dará información detallada sobre este tipo de comunidades.
A mi me interesa compartir con ustedes, quizá, otra perspectiva.
Está
comunidad, en particular, está compuesta por unas 120 personas, de
las cuales, 70 son niños, niñas y
adolescentes, de entre 0 y 14 años. En
cuanto a las casas, aquellos y aquellas que alguna vez patearon una
villa en Buenos Aires, o en alguna otra parte de Argentina, les
cuento que es la misma perspectiva, nada más que rodeados por
valles, montañas, piedras, y muros alambrados y electrificados. En
cuanto a las casas y la forma de vida, es una opción. Vivir entre
muros electrificados, quizás no.
Más
allá de las características edilicias y contextuales, mi
problema nos fue enfrentarme a esa realidad, mi problema era yo.
Eramos
32 personas de diferentes países, todos y todas portábamos
un chaleco que hace referencia al programa del cual formo parte, y al
Consejo Mundial de Iglesias. Las 32 personas teníamos cámaras
fotográficas, y en cuanto nos acercamos a las casas de chapa, a los
niños descalzos y sucios, comenzó el show fotográfico.
Un
torbellino de flashes se abalanzó sobre aquel puñado de niños y
niñas, burros, chapas y olor a humedad. Los niños posaban. Los
fotógrafos gozaban. La situación se prolongó por unos minutos.
Llegamos a una especie de carpa que era un poco más grande que las
demás. Parecía un espacio grupal. Nos sentamos en el piso, sobre
alguna especie de colchones. La guía del grupo, una señora inglesa,
que dedicó gran parte de su vida a caminar entre pobres y
desprotegidos, era la que más gozaba. Cuanto más desagradables y
morbosas eran las historias, más intensidad cobraba el relato. Ella
hacia las veces de interprete, entre el “líder” de la comunidad
y nosotros. Este señor, el líder, nos contó sobre la situación
general de los beduinos, en el pasado y el presente. Historias
humillantes y de muerte propiciadas por el ejercito y el poder
político israelí
Finalmente
nos comentó, este señor, a través de nuestra interprete, que las
Naciones Unidas lo había nominado a él a una especie de premio por
las paz. Pocos escuchaban, las mayoría
tomaba fotos; algunos se dormían sentados, la
interprete gozaba, y algunos, sin seguir demasiados la presentación,
hablábamos de los morboso de la visita, de la insensatez de que más
de 30 personas visiten esta comunidad y tomen fotos en plan turista.
En
algún momento el discurso de líder finalizó; quedaban pocas
personas escuchando. Algunos seguían obsesivamente tomando fotos.
Algunos mirábamos el paisaje y nos preguntábamos que hacíamos
allí. Algunos nos sentimos parte de una
propuesta que no estaba en sintonía con
algunos de nuestros valores, con algunas
de nuestras creencias. Algunos sentimos vergüenza. Algunos creemos
que vender la miseria no es parte de la solución, no es parte del
proceso de sanación, de reconciliación, de perdón.
Yo
creo que comunicar las realidades, criticar sistemas y acompañar a
las personas son parte de una construcción crítica de una nueva
realidad, pero no a costa de la miseria de otros y otras.
Esta
comunidad será acompañada y monitorizada por uno de los equipos del
PEAPI durante tres meses. Espero que el Equipo Jerusalén pueda
realizar un trabajo en paz y que sea de aprendizaje en un ida y
vuelta.
Mientras
esperábamos el ómnibus que nos llevaría de nuevo al hotel en
Jerusalén, miré hacia el cielo y el sol se iba escondiendo detrás
de un cerro. En lo alto, había una central de agua, solo algunos
caños que abastecían a la zona de agua. Los caños estaba cercados
por una reja y el ejercito israelí los abre dos veces al día para
regar los cultivos de la zona, los suyos, por supuesto. Los beduinos
deben caminar tres kilómetros para conseguir agua. Esa imagen quedó
en mi cabeza; esa es la imagen que verán. No me pregunten porque,
solo fue eso, control, humillación, dolor, sensacionalismo y show.
Hoy
el contexto no logró paralizarme. Hoy me paralizó lo absurdo de
nuestra poca sensibilidad.
Cuando
realizamos la evaluación de esta experiencia, no pude hablar, no
porque no quisiera, sino porque mi nivel de inglés no es muy bueno
aún. Me cuesta articular argumentaciones, pero
ya puedo hacer preguntas. Mis hermanos
latinoamericanos hablaron por mi, por ellos y por miles de
latinoamericanos. Hoy comparto mis sensaciones con ustedes porque
necesitaba hablar. Necesitaba
que algunos sepan que algunos miramos la situación que viven
millones de palestinos e israelíes desde otra perceptiva, otra
perspectiva que no es europea. Algunos lloran y se sienten culpables
por la miseria misma. Otros, nos resistimos a formar parte del
sistema clientelar de la pobreza y la
miseria de otros y otras.
Este
es mi primer relato desde que estoy en Palestina. Espero que no sea
el último.
Pido
a Dios que me acompañe. Pido a Dios que se siga haciendo presente
aquí en Palestina, en medio del dolor y las alegrías. Pido a Dios
por aquellos que me quieren y me recuerdan. Creo
en un Dios liberador y sanador y a eso me aferro.
Agradezco
a Dios por haberme puesto aquí.
Con
todo el cariño que se merecen.
29.11.12
– Tulkarm - Territorios Palestinos
Jonathan
Michel
1Para
más información puede visitar www.eappi.org
Hola Jonathan (Michel para quien escribe)!
ResponderEliminarMuy bueno lo que estás compartiendo. Casi que uno pudiera transportarse a ese lugar de misterio, historia, de ensueño... Pero resulta interesante -también- lo otro que relatás, es decir, la realidad que va más allá de los sueños, el vivir cotidiano de las personas que habitan esos sitios, a las cuales algunos -pareciera- le hubieran mancillado la paz (shalom), pues se creyeron con el derecho para hacerlo.
Espero que sigas compartiendo todas esas vivencias que, para quien está lejos son, en parte, poco conocidas.
Shalom!
Joel Nagel.
A veces, simplemente debemos limitarnos a contemplar -como en un primer momento de toda una cadena de actos- lo que nos está rodeando en ese mismo instante, porque el instante mismo lo pide así. Éste nos ofrece una invitación cordial a observar y saber mirar eso que hay que saber mirar con ojos atentos, con ojos que cautiven pero sin aprisionar; con ojos o lentes, mejor dicho, de una cámara fotográfica que lee pero sin maquillaje, que hace foco y encuentra el brillo justo y la nitidez sobria pero encantadora ante otros ojos espectadores.
ResponderEliminarLlenar momentos sólo porque la cámara de nuestros ojos y/ o la palabra de nuestras bocas interpretan que hay que llenar espacios “vacíos” puede resultar tan insulso e inoportuno que ahí nomás dicho acto se vuelve más vacío y absurdo que cualquier otro “vacío”. Considero -y creo- que en ese momento es importante así como pertinente afinar nuestros oídos y arrimarlos, curiosos, a oír; poder practicar el lenguaje que no se habla ni es silencio, lanzarnos sin miedos hacia la apertura de nuestro ser, y por sobre todas estas cosas: dejar que el Espíritu nos habite los silencios.
Soy de las personas que piensan y sostienen que las fotos más significantes y afectivas son esas que se llevan bien guardadas en el alma, pero que están archivadas de tal manera que buscan exteriorizarse y con ello se asoman intencionalmente para comunicarnos que están dentro nuestro y mientras nos sigan interesando, estarán allí. Mientras le sigamos otorgando sentidos afectivos y/o racionales, pues no se borrarán y vendrán cada vez que las llamemos a-para. Sin embargo, vale muy poco mi opinión sobre el valor que le otorgo a 'una fotografía' con respecto al plano de las ideologías, las estrategias comunicacionales, las modas, y toda mentalidad que se sirva de ella (s) en detrimento de mostrar icónicamente una imagen superficial pero que a su vez oculta relaciones de dominación, poder, deshumanización y exclusión... relaciones atravesadas por una cultura, un pensamiento político, una creencia religiosa, un modo de vivir, un modo de juzgar, un modo de ignorar, un modo de apretar un botón, poner flash y disparar.
Queda más que claro que cada persona en el mundo le da un significado en particular a las fotografías que toma y a las que interpreta de otros camaristas. Y los significados con los que se recibe una fotografía y con los que se toma una, están completamente empapados de una cultura y de un pensamiento constituido acerca de la vida, y es la historia la que asume un rol transversal en el caminar de una cultura, en el armar de un país, en el obrar de un cuerpo institucional, en las lecturas de un culto, en pensar cotidiano, en el vivir del hoy.
A causa de que pienso como pienso y de que pienso lo que pienso, al ver la foto que tomaste al otro lado del Occidente y al leer tus letras, se me presentan hermanos y hermanas llenos de historias de vidas por conocer, se me presentan cientos de manitos de barro, polvo, trabajo, amor, inocencia, y una inconmensurable esperanza, envuelta, con una nota que dice: “el pan nuestro de cada día”.
Que el Espíritu siga actuando en medio de todas nuestras vidas y de la creación entera –y que nos alegremos con Él- es formar parte de una red de voluntades que bregan por la justicia y la paz, es seguir tejiendo intentos de expresar nuestra fé, es un mismo sentir, es una tarea en conjunto, es respirar cada día desde realidades diferentes pero bajo el mismo cielo.
Dice un cantor : “Sabe a lucha la palabra que no conoce de olvido”, así que salud por compartir tamaña experiencia en palabras!
Un espejo lejano devuelve lo que resuena. Las palabras son símbolos, pero bien también, pueden ser imágenes:
ResponderEliminar“Encuentros agradables con los locales”
En el aire se respiraba olivos y pólvora
Era extraño en Ciudad Santa
Parecía real, no era una foto
Un torbellino de flashes
Los niños posaban. Los fotógrafos gozaban
Algunos sentimos vergüenza
Algunos creemos que vender la miseria no es parte de la solución
Miré hacia el cielo y el sol se iba escondiendo detrás de un cerro
Hoy me paralizó lo absurdo de nuestra poca sensibilidad
Me cuesta articular argumentaciones, pero ya puedo hacer preguntas